martes, 9 de febrero de 2010

Columna:

El Canciller Miguel Ángel de la Flor Valle

(Fuente: LA PRIMERA, 18 de enero de 2010).- El 12 de enero falleció el general de división Miguel Ángel de la Flor Valle, ministro de Relaciones Exteriores del Perú entre 1972 y 1976. La diplomacia peruana debe honrar su memoria. De la Flor además de un destacado oficial del Ejército, fue uno de los cancilleres más importantes de la segunda mitad del siglo XX. De hecho si se tiene en cuenta que ejerció el cargo durante el mayor tiempo del gobierno del general Juan Velasco, fue responsable de las líneas estratégicas de una política exterior que varió el patrón histórico de las relaciones externas del Perú.
La política exterior de Velasco llevó al Perú de la provincia al mundo. Al universalizar las relaciones externas, geográfica, política y temáticamente, se abrió un nuevo curso para la diplomacia peruana. Ninguna gestión externa post Velasco se entiende sin la política exterior de Velasco. Para analizarla hay que situarse en el mundo y el Perú de los años sesenta. El mundo de la guerra fría y el Perú oligárquico.
Un mérito innegable es que se hizo una reflexión teórica sobre la dimensión externa del problema peruano de esa época, inserto en el mundo de esos años. El pensamiento de Carlos García Bedoya sobre la política exterior es la expresión conceptual mejor elaborada de este proceso. Miguel Ángel de la Flor Valle lo condujo en su mayor parte y en sus momentos más decisivos.
De la Flor tenía mucha claridad sobre dos ideas claves. Las decisiones de política exterior deben gozar de una amplia autonomía frente a los poderes extranjeros. Y su motivación debe responder a los intereses nacionales Este razonamiento conducía inevitablemente a uno de los requisitos de toda política exterior moderna y de carácter nacional: el reconocimiento de las interrelaciones funcionales entre los procesos internos sociales, económicos, políticos y de defensa nacional, con sus correspondientes externos. La diplomacia a contramano de lo que se cree no se formula ni ejecuta de las fronteras hacia afuera, sino del interior del país hacía el mundo. Y viceversa.
Quizás este sea el legado más importante de la política exterior de Velasco y de la Cancillería de Miguel Ángel de la Flor: la diplomacia debe ser un factor dinámico de la búsqueda del desarrollo, el bienestar y la seguridad para la población y a través de ella para el Estado y la nación.
En su gestión, la Cancillería integró de manera muy coherente los factores internos y externos del desarrollo y la seguridad nacional en una visión estratégica de la proyección externa del Perú. Liberó a la diplomacia peruana de la camisa de fuerza que significaba el alineamiento estratificado con uno de los polos de poder de la guerra fría.
Al mismo tiempo, nunca se perdió de vista la consulta y la negociación como método para la solución de las diferencias con Washington. Aún en las líneas de la diferenciación y el conflicto la diplomacia peruana de la época fue seria, previsible, activa y respetada.
La aceptación a nivel mundial de la tesis de las 200 millas, la irrupción del desarrollo en la agenda de la diplomacia nacional, la reestructuración del sistema interamericano y una visión conceptual sustentada en la opción no alineada ante un mundo bipolar, son procesos y hechos de la política exterior que siempre estarán unidos al recuerdo y a la memoria de Miguel Ángel de la Flor Valle.