Por: Manuel Rodríguez Cuadros
Según la voz seria y autorizada de la Defensoría del Pueblo, en el Perú hoy existen 189 conflictos sociales. 133 están activos y 56 latentes. Sólo en el mes de octubre se registraron 15 conflictos nuevos. Sobre los lamentables sucesos de Tacna, Beatriz Merino, con razón, ha señalado que la violencia suscitada en la región sureña fue advertida por la Defensoría, pero el gobierno hizo caso omiso.
Dos conclusiones. Primero: En el Perú de hoy no hay paz social. Y ello no es bueno ni para la democracia ni para el bienestar básico de cientos de miles de familias. Tampoco para las inversiones. Segundo: Casi todos los conflictos se pueden prever. Es factible evitarlos. ¿Por qué surgen? Principalmente, porque el gobierno tiende a legislar y decidir sin ponderar y tener en cuenta los intereses en juego. Porque trata de imponer su voluntad unilateralmente defendiendo los intereses de unos pocos, en detrimento de los intereses de la clase media, de los pobres, de las comunidades, de los pueblos, de las regiones. No se consultó a los maestros sobre una evaluación necesaria -aunque selectiva y aislada-, vino el enfrentamiento con los docentes. Se incumplió lo pactado con los médicos y se les agredió, vino la huelga médica. Se aprobó una ley de la selva (¿vinculada al caso Alegría–Canaán?) sin consultar a las comunidades originarias de la selva, vino la movilización que hizo retroceder al gobierno. Se modificó el canon sin establecer previamente un consenso con los gobiernos de Tacna y Moquegua, vino la protesta violenta en el sur.
El gobierno tiene que aprender a gobernar. No puede seguir imponiendo decisiones no concertadas con los sectores sociales afectados por esas decisiones. En casi la totalidad de los conflictos reseñados por la Defensoría los que reclaman son los de abajo. Lo que es también un indicador que el gobierno favorece excesivamente o excluyentemente a los sectores más pudientes. Es indispensable tomar en cuenta todos los intereses en juego, tratar de conciliarlos y lograr soluciones consensuadas. Ni la situación actual que abre más grietas en una sociedad terriblemente desigual. Ni que la “tortilla se vuelva”. Más bien, estrategias de negociación que creen valor y sean ganador-ganador.
No se puede negociar como hace el gobierno a partir de posiciones y sin el análisis previo de la mejor alternativa al acuerdo negociado. Ello va contra las reglas mínimas de la negociación eficaz. La negociación –y la escuela de Harvard de Fisher y Ury ha hecho en esto un aporte fundamental- debe aislar los intereses de las posiciones, y por esa vía articular consensos que siempre significarán concesiones mutuas. Si no se concerta y negocia como práctica de gobierno, la pradera seguirá ardiendo.
Fuente: La Primera (10 de noviembre de 2008)