En política exterior hay ciertos intereses nacionales básicos, los
que atañen a la soberanía nacional del Estado y la integridad territorial, que
pasan a constituirse en normas o principios que no cambian con la evolución del
tiempo. La guerra y la intervención
extranjera han sido referentes de la
independencia nacional. Y la afirmación de la soberanía y la integridad
territorial, los factores de cohesión nacional que permitieron, en la primera
mitad del siglo XIX, resistir las invasiones externas y la anarquía de las guerras civiles .
El Perú nació a la independencia luchando contra el ejército
español y empezó la república con la presencia impuesta de otro ejército
extranjero en su suelo: el gran colombiano.
La lucha por la autonomía nacional implicó, tempranamente, en 1928,la
primera guerra de su vida independiente.
Con esa misma impronta, enfrentó,
desde 1864, la ocupación española de las islas Chincha y en 1866, con los combates de Abtao y del 2 de Mayo, consolidó su independencia y la de
toda América Latina con la victoria
militar sobre las fuerzas navales
españolas.
La experiencia de la independencia y las guerras que vivió el Perú
a lo largo del siglo XIX, hicieron de la firme oposición a la intervención extranjera y la defensa de la integridad del territorio
nacional el principal interés nacional a
preservar. La política exterior peruana incorporó este interés como un principio esencial. Lo hicieron, también, las cancillerías de la
región. Los congresos de Lima de 1847 y
1864 consagraron jurídicamente el principio: América latina rechaza la
intervención extranjera en su territorio y la presencia militar foránea.
En defensa de este interés nacional, el Perú declaró la guerra
a España en 1866. Y defendiendo
su propio interés nacional, Chile, Ecuador y Bolivia se sumaron a la
declaratoria de guerra en solidaridad con el Perú. Domingo Faustino Sarmiento
expresó el compromiso argentino con la causa peruana. Antes, en 1861, el gobierno de Castilla, por
la misma razón, se negó a reconocer la
reconquista de Santo Domingo por España.
Posteriormente, el principio de la no anexión territorial del
suelo sudamericano por potencias extranjeras, pasó a ser parte del Derecho Internacional Americano. Más tarde se recogió en la carta de las Naciones Unidas. Y estuvo
en el origen de La Res.1514 sobre la independencia de los países y pueblos
coloniales (1960). Las Malvinas, que son parte de la plataforma continental argentina, están incluidas entre los territorios
coloniales que deben ser restituidos a sus respectivos Estados nacionales.
El Perú, desde el origen de
la cuestión de la soberanía sobre las Malvinas, ha mantenido una sola política:
el reconocimiento de la soberanía
argentina y el respaldo a una solución pacífica y negociada con el Reino Unido, que tome en cuenta,
ciertamente, la especificidad de la
población de las islas. Inalterable con todos los gobiernos. Sin
excepción. Es una política de estado,
que responde al supremo interés nacional de resguardar la propia integridad de
nuestro propio territorio.
El ejercicio de una conducta internacional en ese sentido, firme y
coherente, es independiente de la
amistad, cooperación y asociación que el Perú ha tenido y debe tener en sus
relaciones con el Reino Unido.
Salvo el inverosímil episodio
del mes de marzo, siempre ha sido así.
El Perú ha respaldado, permanentemente y con contundencia, la soberanía
argentina sobre las islas . Y, debido a
ello, jamás hubo desinteligencia alguna con el Reino Unido. Ni siquiera durante la guerra de 1982. El comunicado británico
del 22 de marzo lo corrobora: “El Reino Unido cree que aun cuando el
Perú no está de acuerdo con nosotros acerca de la soberanía de las Islas
Falkland, es posible mantener una relación mutuamente beneficiosa “